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MAGIA Y RELIGIÓN:

Para el año 1991, la religión de los yorubas es probablemente la religión africana que cuenta con el mayor número de practicantes (más de 15 millones), en Nigeria y países limítrofes, como Benín.

 

El sistema de los oráculos en África, la magia y la brujería forman un sistema coherente tanto a nivel del pensamiento como de la acción, y en su calidad de instituciones sociales tienen importantes consecuencias en la vida de la comunidad.   

De estas ceremonias de toque de tambor, hablaremos más adelante en el capítulo quinto, en el cual le hemos dedicado un apartado completo en esta investigación.

 

La antigua magia era el verdadero fundamento de la religión. El creyente que deseaba obtener la protección de alguna deidad no tenía probabilidades de éxito a menos que comprara la bondad de las deidades por medio de ciertos ritos, sacrificios y oraciones. Los yorubas creen en el animismo, lo cual no es otra cosa que la creencia en seres espirituales. Estas creencias nacen en respuesta a una necesidad intelectual: el deseo de encontrar una explicación a los fenómenos fisiológicos de la vida, los sueños y la muerte.

 

En materia religiosa, se ha dicho frecuentemente que los yorubas son muy religiosos y este acierto se verifica plenamente cuando se estudia de cerca sus creencias religiosas. Su vida gira alrededor de la religiosidad, el Ser supremo y sus dioses han sido siempre los responsables de todos los hechos, tanto de sus alegrías como de sus penas.

 

Todo lo que puede hacer el hombre es consultar el oráculo para a través de él conocer la voluntad de los dioses y poder obedecer sus consejos y mandatos.

 

Los yorubas creen en un Ser Supremo llamado Olofi, pero esta deidad tiene otras manifestaciones por las que es conocido también como Oloddumare, creador de la vida, y Olorun, que es la energía vital del Sol.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                       

                   Para los yorubas, la creación fue idea original de Olofi en su manifestación de Oloddumare y esta última es la deidad más importante en cuanto a religiosidad que los yorubas conocen. Oloddumare es la deidad que sostiene y gobierna el planeta y quien tiene el poder de dar la vida o la muerte a todos los seres que habitan sobre la Tierra.

 

Olofi y Oloddumare son una misma esencia, así como también lo es Olorun, la energía que irradia del Sol. Según nuestras investigaciones, la palabra “Olo” significa dueño, la palabra “Odu” significa mundo y “Mare” donde regresaremos, definiéndose la unión de estos tres conceptos como “el dueño del mundo donde regresaremos”. Oloddumare en lengua yoruba significa el omnipotente Dios que existe por sí mismo, el dueño del mundo; mientras que, a pesar de que en nuestra búsqueda no hemos encontrado el significado de la palabra Olofi, es muy posible que esto se deba a que, como veremos más adelante, éste es visto por los yorubas como un Dios impersonal, el cual no es nombrado por los yorubas hasta el punto de no existir su definición o que incluso haya sido un invento de los yorubas que fueron llevados a Cuba, debido a la influencia católica donde el Dios cristiano se percibe en una divina trinidad. En cuanto a la palabra Olorun, hemos podido encontrar que “Olo”, como ya habíamos mencionado significa dueño y “Orun” significa cielo, definiéndose la unión de estos términos como el “dueño del cielo”; aunque la palabra “Orún”, con acento, significa también el Sol, por lo que es posible que sea por esto que se identifique con la vitalidad del Sol a esta manifestación de Olofi.

 

Este concepto de Ser Supremo en la filosofía yoruba, lo hemos podido encontrar frecuentemente en los libros que tratan sobre las creencias del pueblo yoruba en Cuba, así como también nos lo han hecho saber nuestros informantes en Puerto Rico. Pero no hemos encontrado en otra parte el concepto que Rómulo Lachatanere nos da en su libro, El sistema religioso de los lukumies y otras influencias africanas en Cuba, (1940) donde

dice que:

 

Olofi es una deidad que se presenta siempre acompañada de otra deidad suprema conocida con el nombre de Oloddumare, y la fusión de ambas significa la idea del cielo y la Tierra. Olofi es el padre del cielo y Oloddumare es la madre y dueña de la Tierra, y a su vez la esposa de la primera deidad”.

 

Según Rómulo Lachatanere “Oloddumare es la esposa de Olofi”, considerándose esto un concepto de dualidad muy común en las creencias de los yorubas, el cual consideramos importante explicar aquí ya que, en este trabajo se podrá apreciar este concepto de dualidad en lo que respecta a las divinidades del panteón yoruba conocidas con el nombre de Orishas.

 

La religión de las sociedades tradicionales yorubas se caracteriza por el culto a un conjunto de divinidades llamadas Orishas, quienes fueron creados por Oloddumare y son intermediarios entre los hombres y Olofi. Los Orishas fueron ancestros que en vida acumularon el poder y la sabiduría sobre las fuerzas naturales y la humanidad, en virtud de lo cual transitaron un día de la condición de hombres a la de dioses. Cada uno personifica ciertas fuerzas de la naturaleza y se asocia a un culto que obliga a los creyentes a ofrecer alimentos, sacrificios y oraciones para aplacar sus iras y atraer sus favores.

 

Según la tradición yoruba, una vez que Olofi creó la Tierra, éste estaba tan cansado que se retiró a una montaña lejana y dejó a los orishas para que terminaran su creación.

 

Según el mito:

En el principio, Oloddumare andaba por el mundo donde no había ni tierra, ni plantas, ni animales, ni nada, únicamente rocas en llanos. Por espacio de muchos años y siglos, el mundo estaba lleno de llamas que produjeron un vapor espesísimo y por ello se acumuló en el espacio una gran cantidad de nebulosas, que eran tan pesadas que casi no se sostenían en el cielo. Olofi así lo deseaba, hasta que un día descargó estas nebulosas convertidas en lluvia sobre las llamas de este mundo. La parte que más luchó con la candela, se quemó mucho, quedando más honda que las otras partes, y en ella se depositó el agua y se formaron los grandes océanos. Como se verá, es allí donde nacen todos los Yemaya desde Okute hasta Olokun. Así, la llama que había en este planeta, no existe ya, ahora está en el cielo cumpliendo la voluntad de Oloddumare, iluminando el Sol, Aggayu, e iluminándolo todo. Después de muchos días, las cenizas de aquellas rocas antes encendidas se acumularon en las partes más altas y se fue formando una masa fangosa, era la tierra de Orisha-Oko. Esta masa fangosa trajo la pudrición y la epidemia y de ahí nació Babalú Ayé. Producto de ellas también fueron las hierbas que se alimentaban de ella, de ahí nació Osain. En las partes más altas se crearon las lomas Oque. De Oque, de la loma, se originan los volcanes, donde salen toda clase de metrallas que usa Oggún y todos los orishas fuertes”.

 

Este mito de la creación fue recogido por una gran estudiosa cubana llamada Natalia Bolívar, el cual llega a sus manos por medio de una “libreta de santo” en Cuba.  Aunque se puede encontrar un mito parecido a éste en el libro de (García Cortez, 1971: 85-86) y en el de (L.Cabrera, 1974: 21).

 

Después de que Olofi termina la creación, éste se retiró a una montaña (Oque), ya que se sentía muy cansado, pero en su manifestación de Oloddumare vimos que éste envía a Obatalá y a Oddúa a terminar la creación. Es por esta razón por lo que entre los yorubas no existe un culto a Olofi, ya que es visto como un dios lejano, mientras que sí existe el culto a Obatalá y a Oddúa, los cuales son considerados como semi-dioses entre las creencias yorubas. Esto no solamente ocurre en las creencias de los yorubas, pues se sabe que en otras culturas el concepto de Dios es visto de una manera impersonal.

 

Quisiéramos añadir aquí que durante nuestras investigaciones en Puerto Rico hemos podido recopilar información con relación a un culto a Olorun, que los creyentes en santería practican, a pesar de ser una manifestación de Olofi. Esta ceremonia se conoce como ñangareo (culto al Sol), la cual es presidida por los iniciados al culto de Obatalá y Mercedes Cros Sandoval, La Religión Afrocubana (Madrid:1975), p. 119.  Se conoce con este nombre en santería, a un cuaderno donde un santero o una santera va apuntando al neófito todo lo relacionado a su ceremonia de Ita durante la iniciación.

 

Oddúa, porque según entrevista personal, Olofi solamente se comunica por medio de estas dos deidades.  Cuando los yorubas piensan en Olofi o en Oloddumare, que son una misma esencia, el concepto tiende a despersonalizarse, de hecho, no hemos encontrado en nuestras investigaciones del pueblo yoruba en África y entre los practicantes de la santería en el Nuevo Mundo ninguna representación de Olofi, Oloddumare o Olorun, ya que éstos ven a un dios supremo de espíritu y de poder al cual no se le venera. En muchas culturas, se piensa que el dios supremo está mucho menos interesado en los asuntos de los hombres que los dioses o espíritus menores, de los que se piensa que desempeñan un papel considerable en la vida diaria. Muchos pueblos africanos hacen sacrificios y prefieren invocar a los fantasmas de los muertos y a otros espíritus, pero no intentan establecer relaciones personales con el dios supremo.

 

Mircea Eliade (1997) nos habla acerca de este concepto de dios despersonalizado y nos dice que: "Los seres supremos de estructura celeste tienden a desaparecer del culto, se alejan de los hombres, se retiran al cielo. Estos dioses, después de haber creado el cosmos, la vida y el hombre se resienten, como si después de la creación se hubieran agotado sus fuerzas dejando en la Tierra a un hijo o demiurgo para perfeccionar la creación. Poco a poco, ocupan su lugar otras figuras divinas, los antepasados míticos, las Diosas-Madres, los dioses fecundadores, etc.”  Entrevista realizada en Bayamón, Puerto Rico, en 2002, a un hombre de unos 68 años, aproximadamente e iniciado en el culto a Oddúa. Su nombre de iniciado es Odduanlá, no damos el nombre verdadero de la persona por no desear ésta que lo hiciéramos en esta tesis.

Durante nuestra investigación en Puerto Rico, hemos encontrado que no existe otro tipo de culto a Olofi, a excepción al culto a Olorun que acabamos de mencionar.

 

En la religión yoruba, los orishas juegan un papel importante, pues son la base de su religiosidad. Según sus creencias, éstos vivieron con el hombre en el principio de los tiempos y es, en ese momento, en el que nace la humanidad. Estos semi-dioses dejaron al morir una gran huella en la cultura yoruba y esto se puede ver en la iconografía de estos pueblos, por ejemplo, podemos ver en la figura 1.5, p. 498, del apéndice gráfico de este capítulo, una estatuilla en madera de la representación de madre y deidad del mar Yemayá. Esta deidad simboliza la fecundidad, así como también lo es la deidad masculina Orisha-Oko, ambos orishas son importantes en el tema de la fecundidad del pueblo yoruba siendo este pueblo como ya hemos mencionado de hombres campesinos que viven de la tierra.

 

El origen de las deidades del pueblo yoruba lo podemos encontrar en un mito de creación que éstos nos dejaron. En el mismo se pude ver claramente que los orishas nacieron del mar, o sea, de la deidad Yemayá, concepto que se puede recoger en otras culturas del mundo, ya que para el hombre “primitivo” el agua era un renacer o un nacimiento.

 

En este mito que cito a continuación, vuelven a figurar las deidades Obatalá y Odduwa o Oddúa, pero aquí aparecen como parejas; resulta curioso, pues en ocasiones son representados en los mitos como una contraposición, otras veces son una misma persona y ahora aparecen como esposos. Se puede conseguir más información relacionada con esta deidad en el capítulo cuarto de esta investigación.

 

Dice el mito:

Aggayú y Yemayá fueron los únicos hijos de la pareja creadora Obatalá- Oduduwa. Aggayú se casó con su hermana y tuvieron un hijo llamado Oraniyán. Oraniyán violó a su madre, quien aterrorizada escapó de las garras de su hijo. Después de mucho correr, Yemayá se acostó exhausta en la orilla del mar, donde murió. De sus entrañas brotaron los orishas”.

 

Según éste mito, la creación de la humanidad comenzó mediante el diagrama cronológico que hemos diseñado a continuación para hacernos una mejor idea:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta filosofía yoruba en cuanto a la creación de los orishas ha sido también encontrada en otros libros de investigadores cubanos como el de Lydia Cabrera (1974: 13). Pero si vamos a la historia de África, nos podemos encontrar con el personaje de Mercedes Cros Sandoval, op.cit., pp. 264-265, 1975.

 

Oraniyán que aparece como hijo de Oddúa y es quien sucede a su padre en el poder.

 

También pudimos encontrar en la historia de los yorubas que, Changó es hijo de Oraniyán y que Changó es quien sucede a su padre en el poder, pasando a ser esta deidad Alafín (rey) de Oyó. 

 

No queda clara la idea del nacimiento de los orishas, ya que en el primer mito de creación que presentamos en este capítulo se dice que éstos bajan por una cadena a la Tierra una vez que Obatalá termina la creación, es como si Oloddumare los hubiera creado y enviado a la Tierra con una misión para cada uno, algo que nos parece muy lógico, pues es Olofi quien le da a cada Orisha los poderes que poseen para dominar cada aspecto de la naturaleza, poderes que nos detendremos a explicar en el capítulo cuarto de este trabajo.

 

La ciudad de Ilé-Ifé continúa siendo para sus creyentes el lugar de origen del mundo, de los orishas, y de la religión yoruba, como ya hemos mencionado anteriormente, fue de allí precisamente de donde surgieron una gran cantidad de mitos y leyendas que el yoruba conservó por muchos siglos, así como sus descendientes en el Nuevo Mundo.

 

Para los yorubas, la religión está ligada a la noción de la familia en el sentido de que cada culto engendra una hermandad religiosa que se deriva justamente del Orisha o antepasado común, la que abarca a los vivos y a los muertos y supera los vínculos de sangre. Los ancestros eran adorados mediante piedras, ya que el yoruba pensaba que en éstas habitaba la energía de algún familiar. Las piedras se encontraban en sus casas Robert Smith, op. cit, p. 34, 1969. dentro de algún recipiente que le fuera afín a ese antepasado, lo mismo sucedía con las piedras destinadas a cada Orisha. Y es que, según la tradición yoruba, el hombre, al morir, iba al cielo a encontrarse con Olofi, a quien daba cuentas de todas las cosas malas y buenas que había hecho durante su paso por la Tierra. Olofi en su infinita sabiduría lo comprendía todo y mandaba a buscar al Orisha protector del individuo para que éste le contase cómo se había comportado con las demás deidades durante su vida, premiándolo por sus ofrendas y su celo religioso, dándole vida eterna de la siguiente manera:

 

Lo convertía en lluvia y de esta forma descendía hasta la Tierra, donde se dirigía hacia los ríos hasta llegar al fondo y se transformaba en una piedra. Aproximadamente tres meses después de muerto, sus familiares se encaminaban al río, haciendo grandes ceremonias, mientras una de las personas más allegadas al difunto se adentraba en el mismo, acompañado de un sacerdote y vestidos todos de blanco. Al encontrarse dentro del agua y con el permiso del Babalawo que lo asistía, con los ojos cerrados, introducía la mano derecha hasta tocar una piedra en la que la persona sentía el espíritu de su familiar y sabía que él se encontraba viviendo en ella. Esta piedra se extraía del río y rápidamente se envolvía en un pedazo de tela del color preferido del muerto. En el momento de llegar a la orilla era recibida con gran regocijo por los presentes a la ceremonia. Al llegar a la casa, esta piedra era depositada dentro de un recipiente, el cual simbolizaba la habitación o cuerpo donde iba a vivir el espíritu. A partir de ese momento, los otanes eran reverenciados por todos los familiares, los cuales le llevan ofrendas y un poco de la comida diaria”.

 

A estos ancestros se les atribuía la capacidad de controlar las fuerzas de la naturaleza y la de conocer las propiedades de las plantas, por esto después de su muerte sus familiares querían mantenerse en contacto con este pasado, para que le transmitiera su ashé por medio de un objeto. El yoruba utiliza las piedras para mantener este contacto, las cuales sabemos por nuestra investigación que se conocen con el nombre de otanes, ya que en estas piedras residen los secretos y el poder de cada Orisha. Esto lo podremos ver en el capítulo cuarto, el cual está dedicado a las deidades del panteón yoruba, donde veremos que los seguidores de estas creencias en el Nuevo Mundo, buscan de esta misma Mercedes Cross Sandoval, op. cit., p. 119, 1975. forma los otanes de los orishas, guardando luego estas piedras dentro de unos recipientes en sus casas.

 

Según los yorubas, el cuerpo desaparece quemado por la pasión, pero permanece su ashé, es decir, su poder, en estado de energía pura. Y para que esta energía se mantuviera pura, era necesario que los parientes del ancestro alimentaran su piedra mediante la práctica de sacrificios. Éstos consultaban los oráculos para saber qué animal u ofrenda necesitaba el ancestro, dependiendo de lo que le indicara el oráculo, éstos procedían a derramar la sangre de los animales sobre la piedra, ya que la sangre para los yorubas simboliza la vida o, en otras ocasiones la ofrenda, que el ancestro había solicitado mediante el oráculo.

 

Los orishas son los dioses del panteón yoruba, que son concebidos como espíritus sobrenaturales, generalmente asociados a las fuerzas de la naturaleza. Ellos son los dioses genéricos de la tempestad, del viento, del mar, de las enfermedades, de la tierra, de las aguas dulces. Estos orishas vienen a ser las deidades que forman el panteón politeísta, quienes son el fundamento religioso más importante de las creencias yorubas. Los dioses yorubas recuerdan a los dioses del panteón helénico, puesto que cada uno de ellos simboliza las fuerzas de la naturaleza o una fuerza específica. El Orisha es una fuerza pura e inmaterial, no perceptible por los seres humanos, pero para el yoruba los orishas o sus ancestros pueden comunicarse con los vivos mediante los oráculos o la posesión.

 

Y es que el yoruba cree entrar en posesión por sus deidades o ancestros, consiguiendo así, en ocasiones, que estas “fuerzas sobrenaturales” se apoderen de sus cuerpos con el propósito de que éstos les aconsejen y vaticinen el futuro o para que dejen mensajes en la Tierra a sus familiares.

Es también mediante la iconografía que el yoruba se siente cerca de sus ancestros y sus deidades, ya que sus esculturas son las representaciones de éstos. Como ya hemos mencionado antes, es por tal motivo, que éstos, acostumbran a mantener sus esculturas en el interior de sus casas, así como también sus objetos sagrados. Las casas son templos sagrados, y sus objetos sólo pueden ser vistos por sus propietarios, pues pertenecen al ámbito de la privacidad; por esta razón los africanos nunca visitan los museos en donde se guardan sus antiguos objetos, pues para ellos han perdido la razón de su existencia.

 

El yoruba, además de rendirle culto a sus deidades y ancestros, consulta el oráculo para saber cómo complacerlos y para saber qué tipo de magia utilizar contra su enemigo o en situaciones difíciles durante su vida. Estos tipos de oráculos los veremos más adelante en el capítulo séptimo dedicado a la adivinación, donde se explica la función de cada uno de ellos. Una vez que el individuo sabe qué magia utilizar para su problema o petición, éste procede a realizarla para conseguir sus objetivos.

 

Según Frazer, autor del libro La Rama Dorada, (1944) la magia que se practica en muchos lugares de África debe ser definida como magia homeopática o imitativa. En este tipo de magia se cree que el individuo puede dominar su mundo y lo sobrenatural, éste compra a sus deidades con ritos y sacrificios para poder conseguir de éstos lo que necesita y para poder controlar su mundo, la naturaleza, las enfermedades, o su suerte.

 

En el capítulo quinto hemos dedicado un apartado completo al tema de la posesión. Siguiendo la línea de Frazer, podemos determinar que el fin primordial que persigue el yoruba, en toda actividad religiosa, es el de hacerle ofrendas y ritos a sus deidades para así asegurar el favor de éstas.

Se cree que, si el rito tiene lugar en las formas y condiciones apropiadas, los dioses, satisfechos con los creyentes, lo colmarán de bienes “. 

 

Es por tal motivo que las ceremonias son una parte esencial en la cultura de los yorubas, ya que mediante éstas el individuo se acerca y se consagra más a sus deidades.

 

Así como las ceremonias, la adivinación juega un papel importante en la vida del pueblo yoruba, pues por medio de ella el creyente se comunica con sus deidades y puede saber qué necesita la deidad para así poder complacerle.

 

No quisiéramos finalizar este capítulo sin antes añadir un punto muy interesante que encontramos durante nuestras investigaciones, y es que, muchas de las personas que estudian de cerca la religiosidad del África occidental llegan a la misma conclusión, en cuanto a que estas creencias son muy parecidas a las de la doctrina católica. Cuenta el padre Moulero, primer católico de origen yoruba en Dahomey, que:

 

La población de este país creyó sólo en ídolos y no conoció a Dios, pero en el caso de los yorubas tenemos que hacer una excepción, quienes, por influencia musulmana, desde antes de que llegaran los misioneros católicos, habían adoptado una noción de Dios parecida a la concepción filosófica cristiana”.

 

Es también de sumo interés el hecho de que en los reinos de Ifé y Benín se compartía una misma tradición política y social en que se acostumbraba utilizar una cruz como símbolo de poder. Los obas (reyes) de Benín mantuvieron durante mucho tiempo vínculos rituales y simbólicos con Ifé. La costumbre de Benín exigía que la Mercedes Cross Sandoval, op. cit., p. 34, 1975. María Dornbach, Orishas en Soperas, Szeded (Hungría:1977), p. 108. entronización de un nuevo oba (rey) no se podía realizar sin el aval del onni (rey) de Ifé. El onni de Ifé daba su consentimiento al nuevo oba haciéndole llegar un bastón y un tocado de cobre amarillo brillante. También le enviaba una cruz que él tendría que llevar alrededor del cuello. Sin estos emblemas, el pueblo no lo reconocía como soberano legítimo y no podía hacerse llamar rey.

 

Vemos que los habitantes de Ifé y de Benín tenían, desde antes de la entrada de los occidentales, conocimiento de la cruz. El símbolo de la cruz y el concepto que ambas culturas tenían respecto a la trilogía de un Ser Supremo, concepto que desconocemos si surgió antes o después de la influencia católica en las creencias del pueblo yoruba, pudo haber facilitado la evangelización de los yorubas en el Nuevo Mundo, aunque sólo fuera de una forma superficial, pues veremos más adelante que esto lo que ocasionó fue de una manera secreta la conservación de las creencias yorubas.

 

Nuestro trabajo de campo en Puerto Rico, paralelo a la investigación histórica que hemos podido ofrecer con relación a la cultura yoruba en África, permite que podamos reconocer que la jerarquía de las deidades de este pueblo, así como sus formas de adivinación, sus mitos, los términos de sus dioses o sacerdotes, son perpetuados y reconocidos hasta la actualidad por sus descendientes en el Nuevo Mundo, específicamente en Puerto Rico.

 

El que hayamos hecho un breve trasfondo histórico de la cultura yoruba, nos permite también, marcar la trayectoria por la cual pasó este pueblo desde su tierra natal hasta las Antillas Mayores en el Nuevo Mundo. Michéle Coquet, op. cit., p. 67, 1998.

Creencias de la cultura yoruba.

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